miércoles, 31 de agosto de 2011

La locura lo cura (2)



Para distinguir a los clínicos más eficaces de aquellos que lo son menos, basta con aplicar un criterio bastante simple: como dice la biblia ‘por sus frutos los conoceréis ’, y como afirma el saber popular ‘obras son amores y no buenas razones ’. Algunos dejan tras de sí un rastro de personas agradecidas y otros se parapetan en títulos y saberes.

El heterodoxo Guillermo Borja fue "una de esas personas que nos incomodan y acobardan, no por su autoridad, su prestigio, su estatura o su fama, sino más  bien por su gran e implacable honestidad ". Sus 'hijos putativos' aún lo extrañan. Irónicamente, quien acompañó a muchos hacia la recuperación de su vida fue condenado a la cárcel por "atentado contra la salud": había osado usar peyote.

Y en la prisión de Almoloya se le ofreció la oportunidad de atender a los internos del pabellón de los locos; lugar donde nadie se atrevía ni tan solo a entrar, tampoco el psiquiatra de la cárcel. Y tan grande fue la transformación de ese pabellón y de sus huéspedes, que el psiquiatra titular quiso aprender del interno que logró ese cambio.

El libro "La Locura lo Cura, manifiesto psicoterapéutico" no lo escribió: lo dictó; uno de los psicóticos lo transcribió (sin puntuación ni ortografía); el manuscrito logró evadir la cárcel, y luego fue corregido y editado. En un mundo de tanta teorización vacía, resulta refrescante alguien que habla más desde la experiencia que desde la racionalización. Entresaco algunos párrafos.

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Si decido ser terapeuta, aunque tenga la intención de ser el portador de la salud, más bien ya porto la estafeta de la enfermedad. Solamente la enfermedad puede llevar a la curación; lo demás son disculpas o intelectualizaciones. Uno solo puede ayudar cuando se reconoce enfermo.
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Los terapeutas se la pasan negando su persona y queriendo ser terapeutas, pero lo cierto es que terapeuta es igual a persona. Dice Rogers que lo más difícil es convertirse en persona y que para ello hay que transformarse primero en monstruo. Ser monstruo es bajar a las profundidades (a aquellos sitios que alojan lo que anteriormente se consideraban problemas de moralidad o de orden espiritual y que en el siglo actual [el XX] se denominan "problemas del inconsciente").
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No creo en la psicoterapia breve; para mí eso es el MacDonald's de la psicología profunda. La psicoterapia breve se dedica a curar síntomas porque desconoce que la enfermedad no es sus síntomas. Quien se entretiene con los síntomas no hace sino rebuscar y neurotizar la enfermedad. Es evidente que si se atacan sus síntomas, el ego se fortifica y emerge con más sutileza, casi con salud, pero más reprimido y más sofisticado a nivel patológico.
La mejor medida de un tratamiento se halla en la capacidad que ha adquirido el terapeuta para la introspección y en su transparencia como persona. Muchos terapeutas intentan disolver una problemática a través del intelecto y solo logran por ese medio la insensibilización de lo humano. Así, nos volvemos más máquinas, más ordenados, más decentes, más educados, y más acordes a la norma establecida. El intelecto, en definitiva, provoca un enmascaramiento que aumenta los niveles de riesgo de enfermedad y hace que después resulte más difícil de localizar; cuando los síntomas ya no nos sirven de guía, corremos el riesgo de que lo que veamos sea una metástasis.
Vivimos en una sociedad enferma. Basta considerar sólo dos de sus síntomas: la insatisfacción y la incapacidad de vivir en paz. Hay una intranquilidad en lo elemental. Todos los valores predisponen a la enfermedad. El éxito se logar a través de la negación de los actos. Pero no son las cuestiones políticas las que hacen que no funcione el ser humano; tenemos que asumir que el que hace funcionar cualquier política es el ser humano.
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Estoy convencido de que todas las personas que terminan en malos términos con sus terapeutas manifiestan la manera en que suelen acabar todas sus otras relaciones, siempre culpando al otro y a lo externo. Esto es difícil de reconocer, y es justo ahí donde puede comenzar un buen trabajo de psicoterapia profunda. Cuando una persona sale mal librada, cuando su ego sale mal parado, se nos presenta una ocasión inmejorable para trabajar, para revisar la imposibilidad de aceptar la frustración. Así, cada cual tiene lo que requiere y lo que se ha buscado, y esto es cierto tanto para el paciente como para el terapeuta. En esto ocurre  lo mismo que con las parejas que rompen su relación amorosa: los dos ganan o los dos pierden. Si hubo dos decisiones de amarse y de entregarse, al final de una relación hay un mismo dolor: no puede ganar uno y perder el otro. Simplemente no fue posible seguir juntos. El encuentro fue de dos personas; la separación también es de dos. Ninguno es más responsable que el otro; ninguno de los dos es el más enfermo.
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Aunque no lo digan explícitamente, la mayoría de las corrientes o escuelas de psicología tienen la norma implícita de que el terapeuta no comparta información personal con su paciente, de que no le abra al paciente las puertas de su vida personal. Esto lo considero muy negativo, pues la transparencia invita a la realización del paciente. Además, uno trata de enseñar que no hay que ocultar nada en la vida, de lograr que el otro haga su vida y entienda que nada va a pasarle por el mero hecho de vivirla. La distancia es innecesaria. Es miedo. Es negar algo que queremos ocultar. Esto no es muy terapéutico; es más fácil no ocultar, es más sencillo ser natural y simple, es mejor acortar el camino y no esperar que el paciente, a través de sus fantasías, llegue a una conclusión que nosotros le podríamos haber mostrado antes. La salud está sostenida por la simpleza, por dejarse ver, por permitir que se acorten las rutas. La sencillez es ver lo que nos sucede y cómo lo vivimos.
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La autenticidad es no cambiar lo que uno es y aceptar lo que uno tiene. Es la capacidad de manifestarse tal y como se es, sin ocultamientos. Lo auténtico es y tiene valor.
La autenticidad no es tratar de ser mejor. Esto es sentido del deber y obligación, una orden y una fachada. La verdadera autenticidad es mostrarse sin juicio y sin temor a ser descalificado.
Uno tiene que trabajar mucho para poder alcanzar la autenticidad: como paciente, no como terapeuta. Y es que no se trata solo de mostrarse; de ser así, cualquier descarado sería un ser auténtico. No hay que confundirse y creer que se debe mostrar la verdad hasta el escándalo: quienes creen eso están menos interesados en lo primero que en lo segundo. Hay que decir la verdad sin escandalizar.
No puedo hacerle creer a mi paciente algo que yo no creo. Si yo no he realizado un proceso y digo lo contrario, estoy cometiendo un fraude contra el paciente.
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martes, 16 de agosto de 2011

Noticias




Leo en 'El Periódico' de hoy dos noticias:

Noticia 1:
Mueren tres menores discapacitados en un centro de acogida de Valladolid
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Aunque aún es pronto para conocer cómo murieron los tres menores, fuentes de la investigación han especificado que se está trabajando con la posibilidad de la supuesta implicación de la monitora en los fallecimientos, una opción que de momento solo es una hipótesis que se confirmará o desechará a medida que se desarrollen las indagaciones.
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El presidente de Mensajeros de la Paz, el padre Ángel, ha atribuido a un posible "acto de locura" la muerte de los tres niños hallados sin vida en un centro de esta organización en Boecillo.
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Noticia 2:
El tercer hombre más rico del mundo según la revista Forbes, Warren Buffett, ha pedido que Estados Unidos deje de "mimar" a los más acaudalados con exenciones fiscales, por lo que ha instado a los líderes políticos de su país a aumentar los impuestos a multimillonarios como él mismo.
"Mientras los pobres y la clase media luchan por nosotros en Afganistán y la mayoría de estadounidenses pasan apuros para llegar a fin de mes, nosotros los megarricos seguimos con nuestras extraordinarias exenciones fiscales", asegura Buffett en un artículo publicado en The New York Times, titulado "Dejad de mimar a los súperricos".

Nota: esta declaración de Warren Buffett NO se atribuye a un acto de locura. Y el chiste que ilustra el post tampoco trata de ningún tipo de locura.


viernes, 12 de agosto de 2011

La locura lo cura



Acabo de descubrir "La locura lo cura: Manifiesto psicoterapéutico" de Guillermo Borja (libro, blog_fragmento, blog_comentario)
Se dice que no hay nada nuevo bajo el sol pero, la verdad, hay mucho de nuevo para cada uno. Extraigo un par de párrafos:
Todo terapeuta sólo curará lo que haya sido capaz de contemplar en su interior. Kafka decía que quien no se reconoce como un homicida y un suicida potencial no se puede considererar un hombre moral.
La locura es tratar de ser antes de morir. La locura es la búsqueda de la salud y requiere mucha valentía por parte del sujeto. Recordemos que uno de los terrores más grandes es perder el control.

lunes, 8 de agosto de 2011

Traduttore, traditore



Escucho recitar el Howl de Allen Ginsberg (texto, voz). Todavía conmueve. O por lo menos me con-mueve, quizá porque bastantes de sus descarnadas descripciones las conocí en directo. (Por cierto, la película - reportaje la encontré muy digna).

Busco traducciones al español del poema. No encuentro ninguna que me convenza. Si toda traducción es, de por sí, difícil, en poesía lo es al cuadrado. Además sería deseable traducir también el contexto cultural, tan diferente entre USA y España en los años cincuenta. Misión imposible. Aún así, lo intento:

    He visto las mejores mentes de mi generación
        destruidas por la locura,
            hambrientos
                histéricos
                    desnudos,
    arrastrarse de madrugada por las calles del chino
        en busca de un chute furioso,

    ...
Pruebo varias alternativas con el género (indefinido en inglés pero preciso en español: LAS mentes, LOS personajes que las encarnan), con el modo verbal (arrastrándose, arrastrarse). Después de algunos intentos convierto "angry fix" en "chute furioso": lo encuentro más sugestivo que "colérico pinchazo", una de las traducciones que he visto. Busco sin encontrar un equivalente castizo al "hipster". Lo dejo correr.

Los italianos dicen -con razón- "traductor, traïdor". Toda traducción es tan sólo una aproximación. Una prótesis, como las gafas, que nos acerca (mucho o poco) a lo que el autor logró expresar en su lengua, sin llegar nunca a la perfecta equivalencia en la nuestra.

De hecho, eso ocurre continuamente: cada uno habla su propio idiolecto, dentro de su etnolecto, dentro de su sociolecto, etc. Siempre estamos haciendo adaptaciones, verdaderamente traducciones. Lo peligroso del tema es creer que uno ha comprendido perfectamente a otro sólo porque ha logrado encajar sus palabras dentro de los propios esquemas mentales. Me refería a la situación normal de comunicación; si le añadimos estados alterados de conciencia (sean autogenerados o inducidos), la 'traducción ' puede ser totalmente inoperante.

Afortunadamente tenemos otras vías de aproximación. A menudo dice más una mirada o un gesto que la mejor parrafada. Incluso cuando no podemos compartir ideas podemos compartir sentimientos. Y sin traducciones interpuestas.

martes, 2 de agosto de 2011

MITOS PEGADIZOS



Hace unos meses en psiquiatría pitiusa Miguel puso un post con el título 'mito cazado', refiriéndose a la afirmación "el 90% de la comunicación no es verbal". Como ocurre frecuentemente, hay una parte de verdad tras ello; pero lo que se transmite a modo de verdad -sabida e indudable- es una generalización desprovista de contenido vestida con una supuesta precisión. La parte que me interesa de ello es como y porqué algunos mitos se insertan en el acervo cultural tan fuerte y extensamente. Dicho de otro modo, me pregunto que es lo que causa la gran eficacia de algunos 'memes'.

Hay de muchos tipos, el experimento de los monos y los plátanos también está basado en un experimento real (aunque menos vistoso y concluyente que las distintas versiones del cuento que circulan. (ver la historia)

Circulan muchas leyendas urbanas. Y estoy convencido de que habrá muchas más de las que ni me he dado cuenta que son sólo eso: una leyenda urbana. Algunas se hacen circular intencionalmente. Pero otras no. Y el fenómeno interesante es porque algunas de esta leyendas 'se pegan' con tanta facilidad. Una historia que ha dado la vuelta al mundo en 80 idiomas y múltiples variantes; en versión sucinta viene a decir:
Una pareja circula con su coche, recogen una joven desconocida para llevarla a algún sitio. La joven advierte "tengan cuidado con esta curva que es muy peligrosa". Poco después de la mencionada curva la joven ha desaparecido. Piensan que puede haber caído del coche, la buscan, y denuncian el caso a la policía. El agente, después de escucharlos les muestra una foto preguntando ¿era esta la persona que desapareció de su coche? Es exactamente ella. Y el policía les informa: sí, se mató en aquella curva hace unos años y suele avisar del peligro a otros.
¿Que tiene ese cuento que lo hace tan creíble? ¿o tan deseable? ¿Porque tantas de las personas que lo oyen (o leen) tienden a reproducirlo, a contárselo a otros?. Se trata de un meme muy eficaz.

Del mismo modo que para engañar a los peces hay que poner algo de comida real -cebo- para que se traguen el anzuelo, muchos mitos contienen algo de verdad para ayudar a colar una mentira. Por ejemplo "los inmigrantes quitan puestos de trabajo a los del país". (uno se imagina a una cola de españoles peleándose con los inmigrantes para ir a recoger tomates en los invernaderos de Almería por veinte euros al día)

O el tan ventilado mito del estigma (comentado, por ejemplo, aquí). O el mito que equipara una esquizofrenia con una bronconeumonía (por ejemplo, aquí). O el mito según el cual, aquel oficialmente catalogado como loco pertenece a una especie diferente de aquel que hace el catálogo. etc. etc.

Me pregunto que hay en nosotros mismos que nos hace tan proclives a 'adherir' a algunas fábulas, sean estas reconfortantes o inquietantes.