jueves, 24 de marzo de 2011

Considerarse enfermo

En mi anterior post trataba de explicar con palabras propias algo que diferentes autores vienen explicando -o denunciando- desde hace por lo menos 40 años (el experimento de Rosenhan se efectuó en 1972, y se ideó como 'verificación' de algunas de las afirmaciones de la corriente, ya establecida, de la antipsiquiatría).
Mi interés no es la denuncia de nada. Descubrí hace ya algunos años que no es posible llevar millones de personas a los hornos crematorios sin un mínimamente amplio consenso. Y no es posible medicalizar situaciones normales de la vida sin un mínimamente amplio consenso. La demonización de algunos 'malos', sean cuales fueran, lo dejo para aquellos con inclinación moralista.
Mi interés, en cambio, es la comprensión de la especie humana en la cual me incluyo. Y dentro de todo el circo montado alrededor de los 'problemas psiquiatricos' la pieza que más me cuesta de encajar es el usuario de los servicios psiquiatricos. [Aprovecho la ocasión para declarar mi admiración y respeto a todos los profesionles que ponen su empeño en tratar lo mejor que pueden a quienes les presentan problemas de índole no-física.]
De entrada pongo de manifiesto que consideraría una absurdidad colocar a TODAS las personas con algún trastorno mental en el mismo saco; tan absurdo como crear cientos de categorías para clasificar los mismos trastornos.
La pregunta que me surge es ¿porqué asumir la situación de enfermo crónico ante algunas dificultades íntimas? Quien se haya roto una pierna en un accidente cualquiera y haya estado enyesado durante tiempo, recordará el punto en que tuvo que elegir entre seguir llevando muletas perpetuamente, o hacer el esfuerzo de volver a aprender a andar. No me consta nadie que haya optado por las muletas, aunque no todos se desprendieran de ellas con la misma celeridad.
No obstante, muchas personas eligen aferrarse a un neuroléptico perpetuamente. Con esto no quiero decir que tenga las mismas facilidades de rehabilitación que un accidentado, pero la pregunta sigue siendo ¿porque elegir 'ser enfermo'?
El caso es que cuando lo he planteado a personas en esta situación, diría que se han sentido ofendidas, como si les quisiera quitar algo valioso o les propusiera renunciar a algo importante. Me viene a la memoria P.D.Ouspensky, autor de una extraña psicología, donde entre otras cosas afirma: "No hay placer ni satisfacción que el hombre no estaría dispuesto a sacrificar, incluso por razones muy triviales, pero nunca sacrificaría su sufrimiento".
Un referente más conocido, Thomas Szasz, en "Esclavitud psiquiatrica" (y en otros textos) propone que la aceptación voluntaria de una pérdida de libertad se hace con el fin de eludir la propia responsabilidad ante la vida.
Busco referencias más cercanas. Héctor González Pardo y Marino Pérez Álvarez, en su excelente libro del 2007, "La invención de trastornos mentales", al estudiar el boom de las 'enfermedades mentales' a partir de los 80, describen los cinco principales métodos de marketing, siendo el quinto "La autocomplacencia de los propios pacientes":
...también parece ser que los pacientes están interesados, por lo general, en ser tratados como enfermos de condiciones biológicas. Este interés es, en principio, nuevo, habida cuenta de la tendencia en contra de la consideración de la «enfermedad mental» en las décadas de 1960-1970...
... hay numerosos grupos de pacientes en defensa de la consideración de los trastornos mentales como enfermedades biológicas y de la medicación como el tratamiento propio...
...Este interés de los pacientes por las explicaciones químicas se alimenta de la propaganda de los laboratorios y demás «información» en la línea biológica (todo ello formando parte de la cultura de la terapia), pero obedece a tendencias más generales de la sociedad actual. A este respecto, Fukuyama señala tres tendencias:
1. El deseo por parte de la gente de medicalizar en lo posible su conducta y, de este modo, reducir la responsabilidad sobre sus actos.
2. La presión de los poderosos intereses económicos que participan en este proceso. Estos intereses engloban a los proveedores de servicios sociales, como profesores y médicos, que siempre preferirán los atajos biológicos a las intervenciones conductuales complejas, así como a las compañías farmacéuticas que fabrican los medicamentos.
3. El intento de medicalizarlo todo, expandiendo las fronteras de lo terapéutico para cubrir un número cada vez mayor de circunstancias.
Siendo así que incluso los pacientes se autocomplacen y reivindican la condición de enfermos, no se puede decir que sean siempre los clínicos quienes fuercen a los pacientes a entrar en el dominio de la enfermedad.
Esta «fuerza» ya obra antes de ir al médico en virtud de la «educación médica» del paciente, antes apuntada...

Me gustaría conocer la opinión de un mayor número de pacientes, muy posiblemente haya aspectos que se me escapan, y el tema me sigue llamando la atención.

viernes, 11 de marzo de 2011

¿ENFERMEDADES? ¿MENTALES?

Corrientemente englobamos bajo la denominación de 'Enfermedades Mentales' un amplio abanico de disfunciones; éstas tienen como denominador común una diferencia -respecto al entorno- en el comportamiento de los afectados. Como sea que encuentro ambigua y confusa la etiqueta de 'enfermedad mental', paso a explorar un poco el tema.

Desde luego, hablar de 'enfermedad' es una forma de acercar al afectado al resto de la sociedad, hacia aquellos que se consideran 'normales'. Naturalmente esto es mejor que hablar en términos netamente discriminativos (como 'alienados', 'dementes', etc.). No obstante, creo, resulta engañoso. Pensar que a una persona afectada por alguna esquizofrenia le ocurre algo similar al que ha pillado una pulmonía, es un engaño grave. Dejando de lado el fuerte estigma que socialmente conllevan las esquizofrenias (en lo cual se parecería más al seropositivo), no hay mayores paralelismos.

Exploro las palabras. Buscando en el RAE 'salud', 'enfermedad', 'mente' y 'mental', concluyo que ENFERMEDAD MENTAL = "Estado en que el ser humano NO ejerce con NORMALIDAD todas sus actividades y procesos psíquicos (conscientes e inconscientes), en particular las facultades cognitivas (sensoriales, entendimiento, o razón natural)". Más brevemente: "Anomalía en los procesos psíquicos".

No es muy aclaratorio, sobre todo por el hecho de que la definición parte de una noción, la de 'normalidad', que es un tanto difusa. 'Normal' tan sólo significa "Que sirve de norma o regla", es decir que la normalidad son los hábitos y comportamientos adoptados por un grupo humano en una determinada zona, en una determinada época. Cuando decimos 'Trastornos Mentales' no mejoramos mucho. 'Trastorno' significa 'alteración del orden regular =alteración de la normalidad'; otra vez partimos de una normalidad imprecisa e indefinida. De hecho, muchas creencias catalogadas como 'delirios' en una determinada cultura y época, son totalmente normales en otro lugar o en otro tiempo. Lo que imprime el carácter de locura no es tanto un determinado comportamiento o creencia como su expresión en un 'contexto equivocado'.

El término 'mental' tampoco está libre de ambigüedad. Se usa la palabra 'mente' para denotar facultades intelectuales, sensoriales, emociones y, en general, todo aquello que no puede atribuirse exclusivamente al cuerpo físico (un poco como la diferencia entre software y hardware).

El DSM, en su IV edición declara:
A pesar de que este volumen se titula MANUAL DIAGNÓSTICO Y ESTADÍSTICO DE LOS TRASTORNOS MENTALES, el término «trastorno mental» implica, desafortunadamente, una distinción entre trastornos «mentales» y «físicos» (un anacronismo reduccionista del dualismo mente/cuerpo). Los conocimientos actuales indican que hay mucho de «físico» en los trastornos «mentales» y mucho de «mental» en los trastornos «físicos».

Es decir, no manifiestan ninguna duda respecto al significado de 'mental', tan sólo notan que se mezclan las nociones de 'mental' y de 'físico'. Da la impresión, corroborada por el resto del DSM, de que desean equiparar los trastornos mentales a las enfermedades físicas, quizá para ampliar el mercado de la industria farmacéutica.

Volviendo al tema de similitudes y diferencias entre 'enfermedades' mentales y físicas, nos encontramos con que, para ambos tipos, las hay de muy diferente naturaleza y etiología. Desde errores cromosómicos, hasta disfunciones derivadas de hábitos poco saludables; y de muy diferente gravedad: desde una leve alteración hasta la total incapacidad. ¿Que es lo que hace tan diferentes unas de otras? Varias cosas.

Ante una enfermedad física cualquiera, queda bastante claro qué funcionalidades sufren merma y cuales no. Ante una persona etiquetada con un trastorno mental cualquiera, es común que personas 'normales' se dirijan a ella como si se tratara de un niño o como si fuera incapaz de raciocinio. Ocurre que cuando una persona experimenta dificultad para andar, esto nos es fácilmente perceptible; pero ante una persona con la etiqueta de 'enfermedad mental' no distinguimos tan fácilmente que parte de su psiquismo es la que sufre merma, y tendemos a proyectarle nuestras creencias al respecto. La imagen difundida en algunas películas donde se muestra un supuesto esquizofrénico descuartizando víctimas a diestro y siniestro, es un lugar común. Algo así como los estereotipos de chino = karateka, o español = torero.

Una enfermedad física puede requerir más dedicación por parte del entorno; en la medida en que el enfermo no puede valerse por sí mismo, algunas labores deben ser asumidas por sus cuidadores. En cualquier caso enseguida queda claro qué puede hacer por sí mismo el enfermo y qué no puede. Cuando nos encontramos con una persona que sufre trastorno mental, resulta más difícil precisar qué puede y qué no puede hacer. La no previsibilidad de algunos comportamientos extraños induce a limitar toda clase de comportamientos, ya sea mediante reclusión o con el uso de fármacos. Es común administrar neurolépticos que, además de anular sus síntomas manifiestos, anulan también algunas capacidades que sí posee el afectado.

Hay otro aspecto interesante, o por lo menos curioso. Si a una persona le dices 'eres una máquina', puede tomarlo como un cumplido: en el sentido de que tal o tal otra actividad la ejecuta de manera sobresaliente. Pero si le dices "eres una máquina, tu cerebro es una máquina, 'tus ideas' se producen automáticamente, lo que te parece 'tu voluntad' es sólo el fruto de unos circuitos electro-químicos, 'tus emociones' son solo el funcionamiento de tal glándula, etc.", es más que probable que se ofenda.

No obstante, cuando una persona no alcanza llevar a buen puerto la transición adolescente-adulto, lo que antes se llamaba 'demencia precoz', es corriente 'arreglarlo' como si solo de una máquina se tratara, limitando todas las funciones que haga falta con tal de que no estorbe a su entorno. El parche que se aplica a una máquina que no se sabe como arreglar; porque las máquinas, como es sabido, no se arreglan a sí mismas.

Por cierto, el caso de la 'demencia precoz' se parece más a un accidente que a una enfermedad.

A modo de resumen, he destacado el desconocimiento de la mente humana, la desconfianza ante cualquier manifestación insólita de esa 'tierra ignota', el pretender que 'yo no soy una máquina' pero una persona con un trastorno sí lo es. He señalado alguna diferencias entre disfunciones del cuerpo y de la mente; y he añadido que algunos casos parecen más un accidente que una enfermedad sobrevenida.