lunes, 31 de diciembre de 2012

Test de Turing




En este año que finaliza se cumplió el centenario del nacimiento de Alan Turing. Para algunas personas -sobre todo informáticos- ese nombre evoca la quintaesencia del genio y de la incomprensión de su entorno. Entre otras aportaciones, concibió el primer ordenador universal, la 'Máquina de Turing' (nada práctica pero potencialmente capaz de realizar cualquier función de un ordenador moderno). Durante la II Guerra Mundial hizo contribuciones decisivas para que los aliados pudieran 'leer' los mensajes encriptados con la máquina enigma que usaba el III Reich.

En una Inglaterra de moral todavía victoriana no quiso ocultar su homosexualidad. En 1952 fue procesado por ello y condenado a castración química (con estrógenos). Poco tiempo después murió al ingerir una manzana con cianuro. Oficialmente se consideró suicidio. En este centenario, un grupo de científicos (con Stephen Hawking a la cabeza) ha instado al primer ministro conservador, David Cameron, para que "perdone formalmente" al genial matemático.

Tambien nos legó lo que se ha llamado el 'Test de Turing'. En los albores de la IA (inteligencia artificial) no se lograba definir la 'inteligencia' que se pretendía construir. En sus propias palabras: "Una computadora puede ser llamada 'inteligente' si logra engañar a una persona haciéndole creer que es un humano". Se trata de un criterio operacional utilizable cuando no existe -o no se conoce- un criterio más sólido. Una aplicación de ello son los tests CAPTCHA tan usados en la blogosfera para distinguir los humanos reales de los robots capturadores de emails y otros datos (funcionan porque los robots no son todavía suficientemente 'inteligentes').

Turing se inspiró en un pasatiempo de la aristocracia llamado "juego de imitación" consistente en descubrir, en una conversación a ciegas -mediante el intercambio de mensajes- si el interlocutor es hombre o mujer. Posteriormente este tipo de test se ha aplicado en muchos campos y de muchas maneras. En Blade Runner los replicantes intentaban pasar la prueba (a ese film y a esa escena corresponde la imagen que encabeza el post).

El famoso experimento de Rosenhan fue, de hecho, una variación del 'Test de Turing'. Del resultado se concluye que si los falsos locos imitaban tan bien a los verdaderos como para engañar a los especialistas, entonces es que eran tan locos como los verdaderos. (Lo que dió soporte a las tesis antipsiquiátricas fue el hecho de que para conseguir esta 'perfecta imitación' bastara con decir que uno oye la palabra 'vacío' en la propia cabeza y en lo demás comportarse como siempre).


Recientemente se formuló la situación global del planeta en términos de este tipo de test (aquí). La comparación, se interprete como se interprete, le deja a uno inquieto.

¿Qué harían unos extraterrestres infiltrados que desearan acabar con la especie humana y con el mundo tal como lo hemos conocido? Provocarían guerras, propagarían mitos del tipo 'no os preocupeis, todo se solucionará por sí solo', al tiempo que impulsarían actividades económicas que destruyeran ecosistemas y modificaran el clima de acuerdo con sus necesidades. ¿Qué diferencia hay entre estos hipotéticos extraterrestres y los actuales dirigentes mundiales? En lo referente a sus actuaciones, ninguna. En cuanto a las motivaciones, las desconocemos (aún cuando podamos imaginar algunas).

¿Demasiado nebuloso? Existen otras explicaciones a la locura global, pero las alternativas no son más halagüeñas. Ahí van unos apuntes para una explicación alternativa.


En USA los diferentes estados gozan de una notable libertad legisladora. Por ejemplo, Obama consigue legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo en el ámbito de los Estados Unidos de Norteamérica. A continuación, más de 30 estados lo prohiben expresamente dentro de su territorio (sí, en el siglo XXI).

El estado de Indiana es famoso, entre otros motivos, por haber intentado legislar un valor más cómodo para el número pi; eso fue en 1897.

El estado de Carolina del Norte tiene como lema “Because that’s how I want it to be", 'Porque así es como yo quiero que sea'. En su afán legislador el año pasado (2011) se distinguieron por su lucha contra el cambio climático estableciendo la manera de medir lo que no les gusta que cambie, en ese caso el nivel del mar:
"[Sección 2 apartado 'e'] La División de Administración Costera será el único organismo autorizado para desarrollar la tasa de aumento del nivel del mar y lo hará sólo a petición de la Comisión. Esta tasa sólo será determinada utilizando datos históricos, y estos datos se limitarán al período de tiempo posterior al año 1900. La tasa de aumento del nivel del mar puede ser extrapolada linealmente para estimar la tasa futura de subida pero no incluirá escenarios de aumento acelerado del nivel del mar ..."
Después del desastre de Fukushima, los niveles de radioactividad en entornos habitados sobrepasan el valor legislado como máximo (no solo en Japón, tambien en la costa oesde de USA). ¿Solución? Se legislan  nuevos valores para la radioactividad 'aceptable' (no solo en Japón, tambien en USA).

Como decía, las alternativas a la hipótesis de los extraterrestres no son más halagüeñas, máxime cuando se tiene en cuenta que esta manera de decidir se aplica para todo: a manuales de diagnóstico, a quien tiene y quien no tiene armas de destrucción masiva, a extraer petróleo independientemente de sus consecuencias ambientales, etc. etc.

Ciertamente las cosas se arreglarán por sí solas (todo tiende al equilibrio), lo que no está claro es en interés de quién o de qué. En un escenario de (verdadera) locura generalizada, tenemos la opción de no dejarnos arrastrar por ella y hacer lo que realmente creamos que es mejor, incluso si no es lo más sencillo ni lo más cómodo.

¡¡ Feliz 2013 !!


miércoles, 26 de diciembre de 2012

La familia




En estas fechas encuentro oportuno traer a la memoria un escrito de G.K.Chesterton a propósito de la familia, esa colección de seres humanos con los que mantenemos relación independientemente de las mutuas filias y fobias. Estuve tentado de subrayar algunos párrafos pero resistí esa tentación de dismular otros pasajes.


 "La aventura de la familia"
 G. K. Chesterton

La familia puede muy bien ser considerada, así habría que pensarlo al menos, como una institución humana fundamental. Todos admitirán que ha sido la célula principal y la unidad central de casi todas las sociedades que han existido hasta ahora, con la excepción, la verdad sea dicha, de algunas sociedades como aquella de Lacedemón que optó por la «eficiencia» y que, en consecuencia, ha perecido sin dejar ni rastro. El cristianismo, por enorme que fuera la revolución que supuso, no alteró esta cosa sagrada, tan antigua y salvaje; no hizo nada más que darle la vuelta. No negó la trinidad de padre, madre y niño. Sencillamente la leyó al revés, haciéndola niño, madre y padre. Y ésta ya no se llama la familia, sino Sagrada Familia, pues muchas cosas se hacen santas sólo con darles la vuelta. Pero algunos sabios de nuestra propia decadencia han lanzado un serio ataque a la familia. La han atacado, y me parece que de manera equivocada; y sus defensores la han defendido, y lo han hecho de manera equivocada. La defensa más común de la familia es que, en medio de las tensiones y cambios de la vida, resulta un sitio pacífico, cómodo y unido. Pero es posible otra defensa de la familia, y a mí me parece evidente; consiste en decir que la familia no es ni pacífica, ni cómoda, ni unida.

La familia como institución en el mundo moderno

Hoy día no está muy de moda cantar las ventajas de la comunidad pequeña. Se nos dice que debemos lanzarnos a por grandes imperios y a por grandes ideas. Hay una ventaja, sin embargo, en el estado, en la ciudad o en el pueblo pequeño que sólo los que quieren ser ciegos pasarán por alto. El ser humano que vive en una comunidad pequeña vive en un mundo mucho más grande. Sabe mucho más de las variedades feroces y las divergencias inflexibles de los hombres. La razón es obvia. En una comunidad grande podemos elegir nuestros compañeros. En una comunidad pequeña nuestros compañeros nos vienen dados. Así en todas las sociedades grandes y altamente civilizadas se forman grupos fundados sobre lo que se llama simpatía y que silencian al mundo real de modo más cortante que las puertas de un monasterio. Lo cierto es que no hay nada pequeño o limitado en el clan o en la tribu; lo que es de verdad pequeño y limitado es la pandilla o el corrillo. Los que forman un clan viven juntos porque todos se visten con el mismo tartán o porque todos descienden de la misma vaca sagrada; pero en sus almas, por una suerte divina de las cosas, siempre habrá más colores que en cualquier tartán. Los que forman una pandilla o un grupo viven juntos porque tienen el mismo tipo de alma, y su estrechez es una estrechez de coherencia y satisfacción espiritual, como la que hay en el infierno. Una sociedad grande existe para formar grupillos. Una sociedad grande es una sociedad para la promoción de la estrechez. Es una maquinaria para proteger al individuo solitario y sensible de toda experiencia de los amargos y fortalecedores compromisos humanos. En el sentido más literal de las palabras, es una sociedad para la prevención del conocimiento cristiano.

Podemos ver este cambio, por ejemplo, en la transformación moderna de lo que se llama el club. Cuando Londres era más pequeño, y sus barrios más reducidos y familiares, el club era lo que es todavía en los pueblos, lo opuesto de lo que es ahora en las grandes ciudades. Se consideraba entonces como un lugar en donde una persona podía ser sociable. Ahora el club se valora como el lugar en donde puede uno ser insociable. Cuanto más grande y elaborada es nuestra civilización tanto más deja de ser el club un lugar donde uno puede tener un argumento ruidoso, y se convierte en un lugar en donde uno puede comer a solas, por su cuenta, sin que nadie le moleste. El objetivo es que se sienta cómodo, y hacer a un hombre cómodo es hacerle todo lo opuesto a sociable. La sociabilidad, como todas las cosas buenas, está llena de incomodidades, peligros y renuncias. El club tiende a producir la más degradante de todas las combinaciones-el anacoreta de lujo, el hombre que combina la indulgencia voluptuosa de Lúculo con la soledad insana de Simeón el Estilita.

Si mañana por la mañana una enorme nevada no nos dejara salir de la calle en que vivimos entraríamos de repente en un mundo mucho más grande y mucho más insólito que cualquier otro que hayamos imaginado. Pero todo el esfuerzo de la persona moderna típica es huir de la calle en la que vive. Primero inventa la higiene moderna y se va a Margate. Luego inventa la cultura moderna y se va a Florencia. Después inventa el imperialismo moderno y se va a Tombuctú. Se marcha a los bordes fantásticos de la Tierra. Pretende cazar tigres. Casi llega a montar en camello. Y al hacer todo esto está todavía esencialmente huyendo de la calle en la que nació; y siempre tiene a mano una explicación de esta fuga suya. Dice que huye de su calle porque es aburrida. Miente. La verdad es que huye de su calle porque es demasiado excitante. Es excitante porque es exigente; es exigente porque está llena de vida. Puede visitar Venecia tranquilo porque para él los venecianos no son nada más que venecianos; los habitantes de su propia calle son hombres y mujeres. Puede quedarse mirando a un chino porque para él los chinos son algo pasivo que hay que mirar; si se le ocurre mirar a la vieja señora en el jardín de al lado, la anciana se pone en movimiento. Está forzado a huir, para decirlo en breve, de la compañía demasiado estimulante de sus iguales-de seres humanos libres, perversos, personales, deliberadamente diferentes de él-. La calle en Brixton resplandece demasiado y resulta abrumadora. Tiene que apaciguarse y calmarse entre los tigres y los buitres, los camellos y los cocodrilos. Estas creaturas, sin duda alguna, son muy diferentes de él; pero no ponen su figura o color o costumbres en decisiva competición intelectual con los rasgos suyos propios. No pretenden destruir sus principios y reafirmar los suyos. Los monstruos extraños de su calle en el barrio pretenden exactamente eso. El camello no contorsiona su anatomía hasta formar una espléndida mofa porque el señor Robinson no tenga una joroba; pero el culto caballero del número 5 sí que exhibe una mofa cuando advierte que el señor Robinson no tiene rodapié en su casa. El buitre no va a estallar de risa si no ve volar a un hombre; pero el comandante que vive en el número 9 se reirá a carcajadas de que tal hombre no fume. La queja que comúnmente tenemos que hacer de nuestros vecinos es que se meten en lo que no les concierne. No queremos decir realmente que no se metan en lo que no les concierne. Si nuestros vecinos no se metieran en lo que no les concierne, les pedirían de repente su renta y rápidamente dejarían de ser nuestros vecinos. Lo que realmente queremos decir cuando exigimos que no se metan en lo que no les concierne es algo mucho más profundo. No nos desagradan por tener tan poca fuerza y energía que no puedan interesarse en sus cosas. Nos desagradan por tener fuerza y energía suficientes para interesarse además en las nuestras. Lo que nos aterra de nuestros vecinos no es la estrechez de su horizonte, sino su espléndida tendencia a ensancharlo. Y todas las aversiones a la humanidad ordinaria tienen este carácter general. No son aversiones a su endeblez (como algunos pretenden), sino a su energía Los misántropos creen que desprecian a la humanidad por su debilidad, pero lo cierto es que la odian por su fuerza.

La gente ordinaria

Por supuesto, esta retirada de la brutal vivacidad y variedad de la gente ordinaria es algo perfectamente perdonable y excusable en tanto en cuanto no pretenda convertirse en una actitud de superioridad Pero cuando se califica a sí misma de aristocracia o esteticismo o de una superioridad sobre la burguesía, no hay más remedio en justicia que señalar su debilidad intrínseca. El fastidio es el más perdonable de todos los vicios; pero es la más imperdonable de todas las virtudes. Nietzsche, que es el representante más destacado de esta pretenciosa demanda del ser fastidioso, tiene en algún lugar de su obra una descripción-muy poderosa desde el punto de vista literario-del disgusto y desdén que le consumen al volver su mirada sobre gente ordinaria con sus rostros ordinarios, sus voces ordinarias, sus mentes ordinarias. Como decía, esta actitud es casi hermosa si podemos clasificarla como patética. La aristocracia de Nietzsche reúne todo el carácter sagrado que pertenece al débil. Cuando nos hace sentir que no puede soportar los rostros innumerables, las voces incesantes, esa omnipresencia abrumadora que pertenece a la muchedumbre, tiene la simpatía o aprobación de cualquiera que haya estado alguna vez enfermo en un barco o cansado en un autobús lleno de gente. Todos hemos odiado a la humanidad cuando hemos sido poco humanos. Todo ser humano ha tenido alguna vez a la humanidad en sus ojos como una niebla sofocante, o en sus narices como un olor sofocante. Pero cuando Nietzsche tiene la increíble falta de humor y de imaginación de pedirnos que creamos que su aristocracia es una aristocracia de músculos fuertes o una aristocracia de voluntades fuertes, se hace necesario mostrar la verdad de las cosas. Y la verdad es que es una aristocracia de nervios endebles.

Nos hacemos nuestros amigos; nos hacemos nuestros enemigos; pero Dios hace a nuestro vecino de al lado. De ahí que se nos acerque revestido de todos los terrores despreocupados de la naturaleza; nuestro vecino es tan extraño como las estrellas, tan atolondrado e indiferente como la lluvia. Es el Hombre, la más terrible de todas las bestias. Por eso las religiones antiguas y el viejo lenguaje bíblico mostraban una sabiduría tan penetrante cuando hablaban, no de los deberes con la humanidad, sino de deberes con el prójimo. El deber hacia la humanidad puede tomar a menudo la forma de alguna elección que es personal y aun agradable. Ese deber puede ser un interés nuestro; puede ser incluso un capricho o una disipación. Podemos trabajar en el barrio más pobre porque estamos especialmente preparados para trabajar en ese barrio, o porque así nos lo parece; podemos luchar por la causa de la paz internacional porque nos gusta mucho luchar. El martirio más monstruoso, la experiencia más repulsiva, pueden ser resultado de elección o de cierto gusto. Puede que estemos hechos de tal forma que nos encanten los lunáticos o que nos interesen especialmente los leprosos. Puede que amemos a los negros porque son negros o a los socialistas alemanes porque son unos pedantes. Pero hemos de amar a nuestro vecino porque está ahí-una razón mucho más alarmante para una obra mucho más seria-. El vecino es la muestra de humanidad que de hecho se nos da. Y precisamente porque puede ser una persona cualquiera, nuestro vecino es todo el mundo. Es un símbolo porque es un accidente.

No hay duda de que los hombres huyen de ambientes pequeños a tierras que son mortíferas de verdad. Pero esto es natural porque no están huyendo de la muerte; están huyendo de la vida. Y este principio se aplica a cada uno de los anillos del sistema social de la humanidad. Es perfectamente razonable que los hombres busquen alguna variedad particular del tipo humano, siempre que busquen esa variedad del tipo humano y no la mera variedad humana. Es perfectamente lógico que un diplomático británico busque la compañía de generales japoneses, si lo que quiere son generales japoneses Pero si lo que quiere es gente diferente de sí mismo, haría mucho mejor en quedarse en su casa y discutir de religión con la sirvienta. Es muy razonable que el genio del pueblo vaya a conquistar Londres si lo que quiere es conquistar Londres. Pero si lo que quiere es conquistar algo fundamental y simbólicamente hostil y además muy fuerte, haría mucho mejor en quedarse donde está y tener una pelea con el párroco de la iglesia. El hombre de la calle de barrio se comporta correctamente si va a Ramsgate por ver Ramsgate-algo bien difícil de imaginar-. Pero si, como él lo expresa, va a Ramsgate «para cambiar», entonces hay que decirle que experimentaría un cambio mucho más romántico y hasta melodramático si saltara por encima del muro al jardín de su vecino. Las consecuencias serían tonificantes en un sentido que va mucho más allá de las posibilidades higiénicas en Ramsgate.

Divergencias y variedades

Ahora bien, de la misma manera que este principio vale para el imperio, para la nación dentro del imperio, para la ciudad dentro de la nación, para la calle dentro de la ciudad, vale también para la casa dentro de la calle. La institución de la familia debe ser ensalzada precisamente por las mismas razones que la institución de la nación, o la institución de la ciudad, son en este respecto ensalzadas. Es bueno para un hombre vivir en una familia por la misma razón que es bueno para un hombre ser asediado dentro de una ciudad. Es bueno para un hombre vivir en una familia en el mismo sentido en que es algo hermoso y delicioso para un hombre ser bloqueado por una nevada en una calle. Todas estas cosas le fuerzan a darse cuenta de que la vida no es algo que viene de fuera, sino algo que viene de dentro. Sobre todo, todas ellas insisten sobre el hecho de que la vida, si es de verdad una vida estimulante y fascinante, es una cosa que por su misma naturaleza existe a pesar de nosotros. Los escritores modernos que han sugerido, de manera más o menos abierta, que la familia es una institución mala, se han limitado generalmente a sugerir, con mucha amargura o patetismo, que tal vez la familia no es siempre algo muy conciliador. Pero, qué duda cabe, la familia es una institución buena precisamente porque no es conciliadora. Es algo bueno y saludable precisamente porque contiene tantas divergencias y variedades. Es, como dice la gente sentimental, un pequeño reino y, como muchos otros reinos pequeños, se encuentran generalmente en un estado que se parece más a la anarquía. Es precisamente el hecho de que nuestro hermano Jorge no está interesado en nuestras dificultades religiosas, sino que está interesado en el «Restaurante Trocadero», lo que da
a la familia algunas de las cualidades tonificantes de la república. Es precisamente el hecho de que nuestro tío Fernando no aprueba las ambiciones teatrales de nuestra hermana Sara lo que hace que la familia sea como la humanidad. Los hombres y las mujeres que, por razones buenas o malas, se rebelan contra la familia, están, por razones buenas o malas, sencillamente rebelándose contra la humanidad. La tía Isabel es irracional, como la humanidad. Papá es excitable, como la humanidad. Nuestro hermano más pequeño es malicioso, como la humanidad. El abuelo es estúpido, como el mundo; y es viejo, como el mundo.

No hay duda de que aquellos que desean, correcta o incorrectamente, escapar de todo esto, desean entrar en un mundo más estrecho. La grandeza y la variedad de la familia les deja desmayados y aterrorizados. Sara desea encontrar un mundo que consista por entero en teatros; Jorge desea pensar que el «Trocadero» es un cosmos. No digo ni por un momento que la huida a esta vida más limitada no sea lo correcto para el individuo, como tampoco lo digo de la huida a un monasterio. Pero sí que es malo y artificioso todo lo que tienda a hacer a estas personas sucumbir a la extraña ilusión de que están entrando en un mundo que es más grande y más variado que el suyo propio. La mejor manera en que un ser humano podría examinar su disposición para encontrarse con la variedad común de la humanidad sería dejarse caer por la chimenea de cualquier casa elegida a voleo, y llevarse tan bien como sea posible con la gente que está dentro. Y eso es esencialmente lo que cada uno de nosotros hizo el día en que nació.

En esto consiste verdaderamente la aventura romántica, especial y sublime, de la familia. Es romántica porque es «a cara o cruz», porque es todo lo que sus enemigos dicen de ella, porque es arbitraria, porque está ahí. En la medida en que un grupo de personas haya sido elegido racionalmente habrá cierta atmósfera especial o sectaria. Cuando se eligen de manera irracional entonces uno se encuentra con hombres y mujeres sin más. El elemento de aventura empieza a existir; porque una aventura es algo que, por naturaleza, viene hacia nosotros. Es algo que nos escoge a nosotros, no algo que nosotros escogemos. El hecho de enamorarse ha sido a menudo considerado como la aventura suprema, el incidente romántico por excelencia. En la medida en que hay en ello algo que está fuera de nosotros, algo así como una especie de fatalismo alegre, esto es muy cierto. No hay duda de que el amor nos atrapa, nos transfigura y nos tortura. Rompe de verdad nuestros corazones con una belleza insoportable, como la belleza insoportable de la música. Sin embargo, en la medida en la que, por supuesto, tenemos algo que ver con el asunto, en la medida en la que de alguna forma estamos preparados para enamorarnos y en algún sentido para arrojarnos al amor, en la medida en que hasta cierto punto elegimos y hasta cierto punto juzgamos, en este sentido el hecho de enamorarse no es verdaderamente romántico, no es de verdad la gran aventura. En este sentido, la aventura suprema no es enamorarse. La aventura suprema es nacer. Allí nos encontramos de repente en una trampa espléndida y estremecedora. Ahí vemos de verdad algo que jamás habíamos soñado antes. Nuestro padre y nuestra madre están al acecho, esperándonos, y saltan sobre nosotros como si fueran bandoleros detrás de un matorral. Nuestro tío es una sorpresa. Nuestra tía es como un relámpago en un cielo azul. Al entrar en la familia por el nacimiento entramos de verdad en un mundo incalculable, en un mundo que tiene sus leyes propias y extrañas, en un mundo que podría muy bien continuar su curso sin nosotros, en un mundo que no hemos fabricado nosotros. En otras palabras, cuando entramos en la familia entramos en un cuento de hadas.

La aventura de lo inesperado

Este colorido, como el de un relato fantástico, debería pegarse a la familia y a nuestras relaciones con ella durante toda la vida. El amor es la cosa más profunda en la vida; más profundo que la misma realidad. Porque aun si la realidad resultara engañosa, a pesar de todo no se podría probar que es insignificante o sin importancia. Si los hechos fueran falsos, serían todavía muy extraños. Y este carácter extraño de la vida, este elemento inesperado y hasta perverso de las cosas tal como acontecen, permanece incurablemente interesante. Las circunstancias que podemos regular pueden hacerse mansas o pesimistas; pero las «circunstancias sobre las que no tenemos control» permanecen como teñidas de algo divino para aquellos que, como el señor Micawber, pueden invocarlas y renovar su fuerza. La gente se pregunta por qué es la novela la forma más popular de literatura; por qué se leen más novelas que libros científicos o de Metafísica. La razón es muy sencilla: es que la novela es más verdadera que esos otros libros. La vida puede a veces aparecer legítimamente como un libro científico. La vida puede a veces aparecer, y con mucha más legitimidad, como un libro de Metafísica. Pero la vida es siempre una novela. Nuestra existencia puede dejar de ser una canción; puede dejar de ser incluso un hermoso lamento. Puede que nuestra existencia no sea una justicia inteligible ni siquiera una equivocación reconocible. Pero nuestra existencia es, a pesar de todo eso, una historia. En el fiero alfabeto de toda puesta de sol está escrito, «continuará en el próximo». Si tenemos suficiente inteligencia, podemos terminar una deducción filosófica y exacta, y estar seguros de que la estamos acabando correctamente. Con poder cerebral adecuado podríamos llevar a cabo cualquier descubrimiento científico y estar seguros de que lo acabábamos correctamente.

Pero ni siquiera con la más gigantesca inteligencia podríamos terminar el relato más sencillo o el más tonto, y quedarnos seguros de que lo hemos terminado correctamente Ocurre así porque un relato lleva por detrás, no sólo la inteligencia, que es parcialmente mecánica, sino la voluntad, que en su esencia es algo divino. El escritor de una narración puede enviar a su héroe al calabozo en el penúltimo capítulo, si así lo desea. Puede hacerlo por el mismo capricho divino por el que el mismo autor puede ir al calabozo y después al infierno, si así lo escoge. Y la misma civilización, aquella civilización caballeresca europea que reafirmó la libertad en el siglo XIII, produjo lo que llamamos «ficción» en el XVIII. Cuando Tomás de Aquino afirmó la libertad espiritual del ser humano, creó todas las malas novelas que se encuentran en las bibliotecas circulantes.

Pero para que la vida sea para nosotros una historia o una historia de amor, es necesario que una gran parte de ella sea decidida sin nuestro permiso. Si queremos que nuestra vida sea un sistema, eso puede ser un fastidio; pero si queremos que sea un drama, es algo esencial. Puede ocurrir a menudo, sin duda alguna, que un drama sea escrito por alguien que no es muy de nuestro agrado. Pero nos gustaría todavía menos que el autor se presentara delante del telón cada hora más o menos y descargara sobre nosotros toda la preocupación de inventar por nuestra cuenta el acto siguiente. El ser humano tiene control sobre muchas cosas en su vida; tiene control sobre un número suficiente de cosas para ser el héroe de una novela. Pero si tuviera control sobre todas las cosas, habría tanto héroe que no habría novela. Y la razón por la que las vidas de los ricos son en el fondo tan sosas y aburridas es sencillamente porque pueden escoger los acontecimientos. Se aburren porque son omnipotentes. No puede tener aventuras porque las fabrican a su medida. Lo que mantiene a la vida como una aventura romántica y llena de ardorosas posibilidades es la existencia de estas grandes limitaciones que nos fuerzan a todos a hacer frente a cosas que no nos gustan o que no esperamos. En vano hablan los altivos modernos de estar en ambientes incómodos. Estar metido en una aventura es estar metido en ambientes incómodos. Haber nacido en esta Tierra es haber nacido en un ambiente incómodo, y por lo tanto, haber nacido en una aventura. De todas estas grandes limitaciones y estructuras que modelan y crean la poesía y la variedad de la vida, la familia es la más definitiva y la más importante. De ahí que sea malentendida por los modernos que se imaginan que la aventura podría existir en grado más perfecto, en un estado completo de los que ellos llaman libertad. Se creen que si un hombre hace un gesto sería algo sorprendente y asombroso que el Sol se cayera del cielo. Pero lo que es sorprendente y asombroso-la aventura romántica de la misma existencia del Sol-es que no se cae del cielo. Buscan estas gentes bajo toda forma y figura, un mundo donde no haya limitaciones-es decir, un mundo donde no haya contornos, esto es, un mundo donde no hay figuras-. No hay nada más despreciable y ruin que esa infinidad. Dicen que desean ser tan fuertes como el Universo, pero lo que realmente desean es que el Universo entero sea tan débil como ellos mismos.


lunes, 17 de diciembre de 2012

El mundo funciona



Con frecuencia nos quejamos; y, desde luego, motivos no faltan. Sorprendentemente, pero, el mundo sigue funcionando; quizá no del modo que deseamos, pero sigue funcionando: algo debe de ir bien. Recopilo algunas iniciativas de las que animan a seguir esforzándonos en hacer las cosas lo mejor que podemos.


Enseñar -y prácticar- filosofía desde párvulos  En un pueblo cerca de París se puso en marcha una iniciativa novedosa: practicar filosofía, esto es, llevar a la práctica la afición y el hábito de refexionar, de poner en orden las propias ideas, y expresarlas a otros. ¿Lo más novedoso? empezar con cuatro añitos a debatir cuestiones de todo tipo, desde el funcionamiento de las clases hasta el amor o la muerte. Resulta que con esos niños es mucho más fácil dialogar y llegar a acuerdos; y ellos, están más contentos.
La web (en francés): http://www.cenestquundebut.com/
El documental sobre la experiencia (reseñas): uno  dos  tres


Sistemas de enseñanza
En Finlandia, hace ya más de 20 años, la clase política -eso es, los políticos de todo el espectro parlamentario- reconocieron que la enseñanza es algo prioritario para un país (sobretodo si carece de otras riquezas naturales), y que todo progreso se asienta en la educación y la formación que reciben sus ciudadanos. Acordaron las líneas maestras del funcionamiento y financiación de la enseñanza, y no las han vuelto a discutir. Sólo los mejores alumnos se convierten en profesores, y eso se les reconoce en status, sueldo, y condiciones de trabajo.

Actualmente es el sistema educativo más prestigioso del mundo, sistemáticamente situado en los primeros puestos del ranking por excelencia, el informe PISA que elabora la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Hablamos de un país en el que el 71% de sus 5,3 millones de habitantes obtiene un título universitario, siendo sus licenciados especialmente prestigiosos en sectores como la ingeniería y la arquitectura.

artículo  documental (inglés subtitulado)


Alternativas al dinero asfixiante

Mayer Amshel Rothschild, el fundador de la dinastía banquera de los Rothschild y -según Forbes- 'padre de las finanzas internacionales', dejó la siguiente frase para la posteridad: "Dadme el control sobre la moneda de una nación, y no tendré por que preocuparme de aquellos que hacen sus leyes".

Las guerras comunes, de dominación, son básicamente financieras. Las 'militares' son solo una extensión de las primeras. De los muchos déspotas que hay en el mundo, USA ataca y destruye no a los más dictatoriales y sanguinarios sino a los que comenten el pecado más grave: vender petróleo por euros (Saddam Hussein), o respaldar la moneda de su país con oro y promover el ejemplo a toda áfrica (Muamar el Gadafi). A los países normalitos nos atacan solo  financieramente.

Por cierto, el banco central USA -la FED- es una institución privada con un leve control público. Y el actual presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, fue vicepresidente, por Europa, con cargo operativo, de Goldman Sachs. La elección de éste cargo la hacen por consenso los estados miembros. (los estados, en abstracto, ningúna figura en concreto).

Existen bastantes iniciativas para sustraerse al dinero-deuda instrumentalizable y la neofeudalismo que acompaña la finaciarización de nuestras economías. Desde las monedas 'virtuales' (como el bitcoin) hasta los bancos de tiempo y las redes de trueque. Una de las más interesantes -por cuanto ya fué probada y comprobada- es el 'dinero oxidable' (o 'dinero libre'); una moneda que, al acumularse, en lugar de incrementar su valor lo pierde, 'se oxida'. Incentiva el gasto en lugar del ahorro.

En 1.932 en Wörgl (Austria), sumidos en la crisis del 29, el alcalde Michael Unterguggenberger se expresó así:
“La lenta circulación del dinero es la razón principal de la parálisis económica que estamos viviendo. La riqueza se escapa cada vez más rápido de las manos de quienes la producen, para escabullirse en los canales generadores de interés y acumularse en las manos de aquellas pocas personas que ya no lo devuelven a los mercados reales, sino que lo acaparan como medio de especulación”.
La moneda local que acuñaron perdía mensualmente el 1% de su valor, invitando a gastarlo y con ello proporcionar ingresos a otros. Como consecuencia, en menos de un año se pudo invertir en la infraestructura de la comunidad y el desempleo retrocedió 14%, mientras que en Austria aumentaba alarmantemente en un 19% más.

Ya en enero de 1933 las autoridades austriacas habían respondido a la iniciativa de Unterguggenberger con una prohibición al uso del “dinero libre”, calificaron al experimento como unfug! (locura) y bajo la justificación de que su producción lastimaba el derecho exclusivo del Banco Nacional Austriaco de generar un medio monetario válido. Se acabó el 'dinero libre' (vamos, que con la banca habían topado, esos que aumentan beneficios en tiempos de crisis).


Economistas.
Si en algún momento alguien ha llegado a pensar que un economista es siempre algo pernicioso, le sugiero conozca a Raj Patel: es economista, hace cosas realmente útiles, y consigue explicar como ocurren las crisis. No he encontrado información en español, pero aquí hay una conferencia en la Universidad de California en Berkeley, donde describe en que consistió la 'revolución verde', como aumentó la producción agrícola y sin embargo también incrementó la desnutrición, como continúa hoy día, e iniciativas que han funcionado (en particular una en Malawi que requirió cambios de diferentes tipos, incluído la repartición de tareas entre los sexos).
Para mí, este economista encarna un dicho de Einstein bastante citado: "los problemas no pueden resolverse usando la misma mentalidad en la que fueron crerados".



Vivir requiere algo más que sobrevivir:
Contaba un teniente británico que, al final de la segunda guerra mundial, cuando liberaron el campo de exterminio de Bergen-Belsen los ex-presos seguían muriendo inexorablemente por la desnutrición sufrida y las enfermedades asociadas. El teniente veía deambular los esqueletos vivientes sin rumbo ni propósito en el campo, ahora con las puertas abiertas. Y sucedió un milagro: no se sabe quién mandó, entre los suministros a ese campo, un cargamente de lápices de labios.
(…) me encantaría poder descubrir quien lo hizo, porque fue la acción de un genio (…).Las mujeres se veían acostadas en la cama sin sábanas ni camisón, pero con los labios de rojo escarlata(…). vi a una mujer muerta(…) aferrando con su mano un lápiz de labios. Al fin alguien había hecho algo para hacerlos individuos de nuevo, ahora eran alguien, ya no meramente un número tatuado en el brazo…
Lo cita Banksy y lo usa como declaracion de principios.

En el vertedero de Cateura, en Paraguay, los 'slumdogs' no se hacen millonarios pero crean una orquesta con instrumentos hechos exclusivamente con materiales de la basura. Es el paso de sobrevivir a vivir. Presentación en FaceBook, un concierto, fabricación instrumentos.



Medicina no patentable: MMS (un desinfectante para el agua que cura la malaria)

El ingeniero Aeroespacial y buscador de oro Jim Humble, descubrió de manera accidental mientras estaba en la selva, la cura a la malaria, enfermedad que contrajeron las personas que viajaban con él, en esa expedición en busca de oro.
Al verlos padeciendo la enfermedad, les ofreció tomaran del desinfectante de agua que llevaba para su uso personal, pues su razonamiento fue, si nuestro organismo está conformado por un 80% de agua. ¿Qué sucede si desinfectas el agua del cuerpo?
Y así les preguntó a sus acompañantes si estaban dispuestos a tomar lo que él les ofrecía.  Era tanto su malestar que accederían a probar casi cualquier cosa. Cuál sería su sorpresa que cuatro horas después bromeaban acerca de lo mal que se sentían unas horas antes.
De ahí le surgió el interés de continuar descubriendo y desarrollando lo que él ha llamado MMS (Miracle Mineral Supplement).

Artículo   Testimonio médico del uso de MMS


He estado tentado de seguir con bastantes otros ejemplos, pero temo que la acumulación desvirtuaría el valor que tienen las iniciativas; a fín de cuentas lo único que deseo transmitir -a mí mismo para empezar- es el recordatorio de que hay mucho por hacer y de que es posible.




martes, 4 de diciembre de 2012

Estupidez humana



En blogs y webs de citas célebres con frecuencia se menciona la frase "Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Pero de la primera no estoy tan seguro", atribuida a Albert Einstein. Como no pude encontrar la fuente original, consulté con alguien buen conocedor de la vida y obra de Einstein. Tampoco le constaba pero -me confirmó- la frase coincide con el pensamiento del científico en la útima parte de su vida, cuando ya había constatado el uso que se daba a sus descubrimientos.

La estupidez está emparentada con el estado hipnótico, ese modo de funcionamiento psíquico en que el sujeto mantiene un nivel de percepción aparentemente normal, pero ésta percepción está limitada de algún modo, sea en el espacio, en el tiempo, en las relaciones con el entorno, o de alguna otra manera. En una imagen clásica de la estupidez se muestra un individuo serrando la rama de un árbol sentado en la parte externa de dicha rama, la que caerá. La posición es cómoda, el trabajo correcto, pero con un resultado no pre-visto.



Carlo M. Cipolla en su libro "Las Leyes Fundamentales De La Estupidez Humana" nos advierte:
"Desde Darwin sabemos que compartimos nuestro origen con las otras especies del reino animal, y todas las especies -ya se sabe- desde el gusanillo al elefante tienen que soportar sus dosis cotidianas de tribulaciones, temores, frustraciones, penas y adversidades. Los seres humanos, sin embargo, poseen el privilegio de tener que cargar con un peso añadido, una dosis extra de tribulaciones cotidianas provocadas por un grupo de personas que pertenecen al propio género humano. Este grupo es mucho más poderoso que la Mafia, o que el complejo industrial-militar o que la Internacional Comunista. Se trata de un grupo no organizado, que no se rige por ninguna ley, que no tiene jefe, ni presidente, ni estatuto, pero que consigue, no obstante, estar en perfecta sintonía, como si estuviese guiado por una mano invisible, de tal modo que las actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a reforzar y ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros."

Por su parte, Paul Tabori en la introducción de su libro "Historia De La Estupidez Humana", sitúa el tema en los siguientes términos:
"Algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez, y hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal. Hacen el papel del tonto."
En otra lugar de la misma obra observa:
"¿Cuán a menudo hallamos personas incapaces de juzgar con independencia, de tomar sus propias decisiones, con prescindencia de lo que otros hagan? Si tienen alguna iniciativa, si conciben un pensamiento original, sienten que no pueden estar en lo cierto. Pero apenas oyen o comprueban que otros dicen o hacen lo que ellos habían pensado, se sorprenden o amargan, porque hubieran podido decir o hacer lo mismo. La estupidez es el resorte tanto de las actitudes antisociales como de los casos extremos de conformismo... engendra tanto a los anarquistas como a las masas gregarias de los países totalitarios."
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El estudio de la estupidez humana tiene la ventaja de que, al tratarse de un fenómeno ubicuo, en todo momento y lugar hay ocasión para su observación. Eso sí, con la dificultad añadida de que el propio fenómeno se oculta a sí mismo: por una parte es fácil subestimar la propia contribución al fenómeno estudiado y por otra, aún teniendo a la vista sus manifestaciones, puede resultar difícil detectar el inicio y seguir el desarrollo del objeto de estudio.

Para empezar utilizaremos la definición de estupidez que da Carlo M. Cipolla. Según ese autor, en toda interacción entre dos personas o grupos cada uno obtiene un beneficio o una pérdida; sea de orden material, psicológico o de cualquier otro tipo. Presumiendo una pauta de habitualidad en las interacciones, los befeficios y pérdidas respectivos determinan cuatro categorías fundamentales de personas.



Cuando el sujeto obtiene un beneficio y el 'otro' un perjuicio, lo llamamos 'malvado'. Si obtiene una pérdida mientras el 'otro' consigue una ganancia, lo llamamos 'incauto'. Si ambos obtienen algún beneficio lo llamamos 'inteligente'. Y, por último, si el sujeto causa perjuicios al 'otro' a costa de obtener pérdidas para sí, lo llamamos 'estúpido'. Obviamente se trata de una simplificación grosera, pero resulta útil para encuadrar el tema.

Poseer esclavos en lugar de pagar empleados es, simplemente, malvado (siguiendo con las categorías de Cipolla). Tratar tan mal a esos esclavos de manera que ya no rindan en su trabajo, además de perverso, es estúpido. Tanto como poseer un Ferrari y negarle lubricación a su motor.

En la industra manufacturera (fabricación de coches, lavadoras, etc.) se pone de moda reducir costos. Y como hay países donde la mano de obra es más barata, se inventa la deslocalización: se cierra una fábrica aquí y se abre otra en China, Marruecos o Europa del Este. Obviando en ese cambio un efecto fácilmente previsible: las personas que trabajaban aquí y ya no lo hacen, tienen menos disponibilidad para comprar lo fabricado allí, incluso si sale más barato. (También otras medidas supuestamente destinadas 'a reducir costos'  conllevan el mismo tipo de consecuencias)

Este comportamiento, que recuerda al mítico suicidio en masa de los lemmings, resulta particularmente llamativo porque contrasta con los datos históricos. El primer exponente de la fabricación en serie (no artesanal) fue Henry Ford con su famoso Modelo T, el primer coche no solo para ricos. Y este genio de la industria se esforzó en reducir costes sí, pero no salarios. Pagaba a sus empleados más del doble de lo habitual en esa época. Y de ese modo levantó su imperio para él mismo (contribuyendo significativamente, de paso, al imperio USA). Las actuales medidas de 'austeridad', al decir de muchos economistas -incluídos Nobeles- conducen inexorablemente al empeoramiento de la recesión económica. Lo que se puede observar confirma esa predicción.

Pero tanto las locuras como las estupideces poseen una lógica interna. Los lemmings no pretenden suicidarse en masa; pero en una estampida donde la velocidad es prioritaria y donde la norma es seguir al que va delante, basta un pequeño cambio en el terreno a causa de las lluvias o una confusión en alguno de los 'líderes' para que la masa de animalitos se precipite por un despeñadero.

Ese comportamiento de los rebaños fue usado por nuestros antepasados para cazar bisontes, provocando estampidas en lugares precisos que conducían hacia algún despeñadero  (se mataban más de los que se podían comer, pero comían).

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Los viejos recordarán cuando los billetes de banco eran cheques al portador. "El Banco de España pagará al portador la cantidad de 100 pesetas" se podía leer. Se suponía que la moneda de un país estaba respaldada por algún valor real, como el oro. Eso es historia.  Actualmente la inmensa mayoría las transacciones financieras no son para intercambiar bienes con algún sustrato de realidad sino, derechos sobre cosas hipotéticas, como por ejemplo, el derecho a comprar en un futuro algunas acciones. O participaciones en algunos fondos de los cuales se ignora qué poseen realmente.



La economía mundial actual, desde hace ya algunos años, no es para nada economía productiva, esto es destinada a regular lo que usamos y consumimos, sino que es -en grado sumo- especulativa. Y, claro, está dominada por las instituciones financieras. Las industrias intentaban conseguir un beneficio proveyendo algún bien que fuera más o menos útil. Las instituciones financieras se especializan en conseguir un beneficio -rápido- especulando sobre tus expectativas. No es preciso que uses nada. En este mundo una fábrica de cualquier cosa es meramente una excusa para especular sobre sus posibles beneficios. Las industrias son algunas de las fichas con que juegan los fondos de inversión. Y claro, el juego consiste en 'inflar' las expectativas. No es caro pagar un montón por un piso a condición de que tus expectativas sean de que los precios seguirán subiendo. Y así hasta que se cae; en un barranco, como los lemmings o como los bisontes; en una crisis como los países de nuestra zona (NO todos los países están igual ¿se han fijado?).
 
La sanidad es, tan solo, otra de las fichas. Se empieza por gestionarlo mal. Se producen cifras que permiten afirmar 'esto es insostenible'. Se proponen soluciones; primero copagos etc. luego privatización descarada. De este modo la estructura que se ha pagado con el sudor de la mayoría pasa a ser un negocio de la minoría, y quien no tiene no juega. En Cataluña se llegó a gestionar una sanidad modélica. Modélica significa que gestores de todo el mundo venían aquí a aprender el modelo en funcionamiento. En solo dos años, repito: en tan solo 2 años, esto se ha hundido y se ha convertido en 'insostenible' etc.

¿Hablaba de estupidez? Ah, sí. Los 'hundidos'  respaldan a los hundidores. ¿Como sería posible hundir un país sin el apoyo de los hundidos? Como decía el graffiti italiano "Tanto va el esclavo a las urnas que al final se cree ciudadano".

Y ¿porque hablo de 'estupidez' en lugar de hablar de 'maldad'?  Nos demos cuenta o no, estamos todos en el mismo barco. Y  tanto dá tener camarote de primera clase o de tercera si el barco se hunde. Cada vez hay menos lugares donde disfrutar las riquezas conseguidas. Y los que quedan desaparecen cada vez más rapidamente. ¿Catastrofismo? Recomiendo repasar la historia. O, alternativamente, adoptar el "laissez faire, laissez passer"  y confiar en la lotería de navidad.