Recupero hoy un autor heterodoxo por el que siento aprecio. Me refiero a Claudio Naranjo, conocido sobretodo por la tipología del carácter llamada 'enegrama'. De su libro de 1.995 titulado 'El Eneagrama de la sociedad' (subtítulado 'Males del mundo, Males del alma'), extraigo el siguiente párrafo:
En el mundo moderno y secular ya se habla poco de pecado, y se sospecha de los que aún conservan el término en su vocabulario como de tradicionalistas o culposos. En cambio se habla mucho de patologías. Aplicamos al mal de la conciencia el lenguaje de la medicina, y al hacerlo rescatamos sin advertirlo el sentido original de la palabra pecado que venía quedando casi olvidada tras la contaminación de la noción de mal como disfunción con la de mal como maldad.
La perspectiva psiquiátrica nos ha invitado a pensar no tanto en maldades o conductas destructivas como en disfunciones, confusiones o desviaciones de los impulsos. Y en esto último nos encontramos con el significado original de hamarteía —término prestado de la arquería con que se designa el pecado en los Evangelios, y cuyo significado original era el de no dar en el blanco.
Se encuentra aquí la teología original con la psicopatología de hoy, porque desde Freud también entendemos las fallas de la psiquis como desviaciones energéticas —impedimentos que se interponen entre la espontaneidad y la acción, causando rebalses de la energía psíquica hacia fines derivados.
La diferencia entre pecados y patologías es, sin embargo, el locus de la responsabilidad: en tanto que «pecado» acusa, responsabilizando al individuo, «patología» excusa, responsabilizando a causas pasadas o presentes más allá del individuo mismo. De las patologías mentales e interpersonales somos víctimas, de los pecados somos responsables.
Obviamente, cada una de las perspectivas tiene su utilidad y ambas se complementan, pues somos a la vez seres físicos instalados en un universo causal y seres más que animales a quienes un destello de libertad hace responsables.
Viene a cuento porque la perspectiva que se toma frente al que sufre resulta determinante. Si se trata de un ser carente de toda responsabilidad sobre su vida, basta con administrar el paliativo adecuado. Mientras que si se trata de un ser con responsabilidad sobre su vida, lo adecuado sería ayudarle a que supere sus errores. Y, desde luego, caben puntos intermedios.
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