lunes, 18 de marzo de 2013

Delirio de control



Voy a visitar a una persona que acudió voluntariamente, por su propio pie y por iniciativa propia, a un hospital psiquiátrico. Alguien que, reconociéndose en estado 'alterado', solicitó ayuda a los especialistas de la salud mental. Alguien que, al decir del psiquiatra que lo lleva ahora, en todo momento se ha mostrado tranquilo (yo diría que sumiso).

Desde la calle entro en un recibidor vacío que conduce directamente al mostrador de 'recepción'. Declaro a quien deseo visitar y me identifico como familiar próximo. Después de una consulta telefónica la 'recepcionista' me abre la puerta al patio. Antes ha negado la entrada -desde el patio- a un interno que lo ha solicitado a través del cristal y las rejas.

Me acerco al pabellón correspondiente observando lo amplio que es el recinto, con patios y jardines. Los edificios me recuerdan a los antiguos del Sant Pau de Barcelona. Hay bastantes internos deambulando sin una dirección determinada. Uno de ellos me pide un euro y, al excusarme diciendo que no llevo monedas, me pide un cigarrillo.

Cuando llego al pabellón, otra vez encuentro una recepcionista ante la que me tengo que identificar. Me dice que me espere. Llave en mano abre una puerta y vocifera el nombre del visitado. Cuando muestro la bolsa con enseres que traigo para el visitado, la 'recepcionista' les da una ojeada verificando la 'corrección' de los enseres.

Llega el visitado, el interno, el 'paciente'. Después de la primera salutación sugiero dar una vuelta por el recinto o sentarnos en el bar de la institución. Se me notifica que, mientras el psiquiatra no lo autorice, no puede salir del pabellón; "pero ya puede estar -determinadas horas- en la sala grande donde hay televisión" se me comunica a modo de consuelo. Se nos invita a estar en una de las salas de visita donde, de momento, no hay nadie más.

Un vez superado un período de prueba los internos pueden participar en algunas actividades que organiza la institución. Pueden, por ejemplo, asistir a sesiones de arteterapia (pero no pueden usar sus propias acuarelas cuando lo estimen oportuno).

El visitado me pide le saque algún dinero de la libreta de ahorros (guardada en algún lugar de la institución) y hago gesto de sacar la cartera. Aprendo que, dentro de la institución, se funciona con vales. Hay una especie de banco donde se ingresa el dinero y se recibe un vale; luego, alguna 'autoridad' debe autorizar el uso pormenorizado que se da a este dinero ¡no más de dos consumiciones al día! (sin alcohol y sin cafeína, por supuesto).

El personal se comporta en todo momento con amabilidad. Pero los internos no pueden hacer nada por propia iniciativa. Todo está predeterminado. Muchas horas al día para pensar o deambular sin rumbo. Y unas pocas estrictamente pautadas.

Cuando me voy, hay una pregunta que no consigo quitarme de la cabeza ¿para qué sirve ese régimen carcelario? (régimen carcelario en 'dulce', pero régimen carcelario al fin y al cabo) ¿Para qué este des-empoderamiento? ¿Qué incita a esta forma 'tratamiento'?

El único calificativo que se me ocurre es 'delirio de control'. Lo he conocido antes. Durante años he trabajado free lance con sistemas de control de producción en industrias manufactureras. Totalmente necesario, sin ello las personas nos columpiaríamos y los costes se dispararían. Pero cuando se excede (cuando se pretende controlar absolutamente cada uno de los pasos que da el operario) produce el efecto contrario al deseado: los costes se disparan. (hay desmotivación generalizada, baja la productividad aún cuando todo el mundo intente achacárselo a otros; las máquinas tienden a estroperase más; los materiales y componentes que provienen de fuera tienden a padecer más defectos, etc. etc.)

Por cierto, algunas empresas al no conseguir ese 'control total' cerraron y se trasladaron a otro países con normativas más permisivas. Ahora pueden producir más y más barato. Lo que no pueden es venderlo porque una gran parte del mundo ha perdido poder adquisitivo. (Solo obtienen buena venta los productos muy baratos y los productos de lujo. Los dos extremos de lo que antes fue una extensa gama).

***

Una pequeña búsqueda y descubro que el 'delirio de control' se ha detectado también en la sanidad en general. En B-Salut (Revista de Innovación y Gestión Sanitaria) encuentro un interesante artículo del que extraigo unos pocos párrafos:
En psiquiatría se define el delirio de control como la creencia delirante de que uno está siendo controlado en su cuerpo o mente por personas o dispositivos. En gestión, se trata de un estado patológico con indudables efectos nocivos sobre el comportamiento organizativo eficiente.
..
Se manifiesta con alta prevalencia en culturas organizativas excesivamente jerárquicas, en las que el manejo del poder hace que los individuos adquieran un apego a la costumbre y a la autoridad, que no suelen cuestionar.
..
Depositar los referentes de actuación en directrices de jefes y/o en conocimiento experto ajeno, lleva a una cultura de inacción, miedo al error e incapacidad de aprender de la experiencia.
***

Quizá sea una característica de nuestra época este deseo enfermizo de "tenerlo todo bajo control". Parece que cueste aceptar que no tenemos el control total de nada. Ni de nuestra vida, ni de nuestras posesiones ni, mucho menos, de otras personas. Esto no es ningún problema, es la condición humana. Epicteto recomendaba empezar por distinguir entre lo que está en la propia mano cambiar y lo que no (para dirigir los esfuerzos hacia cosas productivas, para no de-lirar).

2 comentarios:

  1. Marisa "esquizomadre nikosiana"18 de marzo de 2013, 22:05

    Pere, lamento que tu experiencia se parezca a la mia en Can Zariquey. Y por si alguno de vosotros no vio la noche temática de la 2 el 16 de marzo os adjunto el documental "El legado del Dr. Heinz Lehmann" http://www.rtve.es/alacarta/videos/programa/noche-tematica-legado-del-heinz-lehmann/1723250/
    De verdad creemos que los tratamientos (de trato) han cambiado tanto?

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  2. Hola Pere, después de un tiempo, vuelvo a visitar y comentar los blogs, y me encuentro con esta entrada tuya, contundente como un puñetazo al meollo de lo que no está bien hecho. Régimen carcelario, ni más ni menos, no admite paliativos ni justificación. Qué no sería de mi sin mis acuarelas en aquel trance parecido...al parecer tuve más suerte, y sí me permitieron tener, y usar, mis propias acuarelas. Se las pedí a mis padres para salvarme de colorear láminas absurdas de dibujos animados descatalogados de toda cadena de televisión, enmarcados en gruesas líneas negras que sólo incitaban a salirse de ellas, buscando simbólicamente cualquier sentimiento parecido a la creación, en sustituto de la libertad.
    Y el delirio de control... ¿quién es quién en la eskizofobia? la fobia a la psicosis produce una sociedad eskizofóbica, paranoide a su vez en sus diseños institucionales, carcelarios como tú dices. "En nombre de la salud"...no sabes la de vueltas que le doy a la trampa que esconde esta expresión, que diluye los límites entre protección y poder, poder represivo de lo que no se quiere ni entender, ni , por ende, atender como es necesario. Sobre la necesidad tendríamos mucho que decir aquellos que sabemos en qué consiste, si tuvieran o tuviesen la humildad epistemológica de escucharnos. Sólo confío en que, tarde o temprano, no les quedará más remedio que hacerlo, aunque sea por el argumento perverso de que nos convertimos en consumidores de sus "servicios".
    Gracias por esta entrada, como la de Marisa, tan esclarecedora de lo que todavía es una triste realidad en este mundo raro y represivo de la "salud mental", ja.
    Un abrazo
    Paula

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