MANIFIESTO A FAVOR DE UNA PSICOPATOLOGÍA CLÍNICA, QUE NO ESTADÍSTICA.
Mediante el presente escrito, los profesionales e instituciones abajo
firmantes, nos manifestamos a favor de criterios clínicos de diagnosis,
y por lo tanto en contra de la imposición del Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Desórdenes Mentales de la American Psychiatric
Association como criterio único en la clínica de las sintomatologías
psíquicas.
Queremos compartir, debatir y consensuar el conocimiento clínico -logía-
sobre el pathos psíquico -padecimiento sintomático, que no enfermedad-
a fin de cuestionar la existencia de una salud psíquica, estadística o
normativa, así como la impostura clínica e intelectual del desorden,
trastorno, enfermedad mental. También queremos denunciar la imposición
del tratamiento único -terapias tipificadas para trastornos
formateados- por el menosprecio que supone a las diferentes teorías y
estrategias terapéuticas, y a la libertad de elección de los pacientes.
En el momento actual, asistimos al devenir de una clínica cada vez menos
dialogante, más indiferente a las manifestaciones del padecimiento
psíquico, aferrada a los protocolos y a tratamientos exclusivamente
paliativos para las consecuencias, y no para sus causas. Tal y como
dice G. Berrios (2010) «Nos enfrentamos a una situación paradójica en la
que se les pide a los clínicos que acepten un cambio radical en la
forma de desarrollar su labor, (ej. abandonar los consejos de su propia
experiencia y seguir los dictados de datos estadísticos impersonales)
cuando en realidad, las bases actuales de la evidencia no son otras que
lo que dicen los estadísticos, los teóricos, los gestores, las empresas
(como el Instituto Cochrane) y los inversores capitalistas que son
precisamente aquellos que dicen donde se pone el dinero». En
consecuencia, manifestamos nuestra defensa de un modelo sanitario donde
la palabra sea un valor a promover y donde cada paciente sea considerado
en su particularidad. La defensa de la dimensión subjetiva implica una
confianza en lo que cada uno pone en juego para tratar aquello que en él
mismo se revela como insoportable, extraño a sí mismo, pero sin embargo
familiar. Manifestamos nuestra repulsa a las políticas asistenciales
que persiguen la seguridad en detrimento de las libertades y los
derechos. A las políticas que, con el pretexto de las buenas intenciones
y de la búsqueda del bien del paciente, lo reducen a un cálculo de su
rendimiento, a un factor de riesgo o a un índice de vulnerabilidad que
debe ser eliminado, poco menos que a la fuerza.
Para cualquier disciplina, la aproximación a la realidad de su campo se
hace a través de una teoría. Este saber limitado no tendría que
confundirse con "La Verdad", pues supondría actuar como una ideología o
religión, donde cualquier pensamiento, acontecimiento o incluso el
lenguaje utilizado, está al servicio de forzar el re-ligare entre saber y
verdad. Todo clínico con un cierto espíritu científico sabe que su
teoría es lo que Aristóteles llamaría un Organon, es decir, una
herramienta de acercamiento a una realidad siempre más plural y
cambiante, y donde las categorías encontradas han de dejar espacio a la
manifestación de esa diversidad, permitiendo así una ampliación tanto
teórica como práctica. Esta concepción se opone a la idea de un canon,
en el sentido de lo que necesariamente, obligatoriamente y
prescriptivamente las cosas son y han de funcionar de determinada
manera. Todos sabemos las consecuencias de esta posición que va de lo
orientativo a lo normativo, prescriptivo para, finalmente, convertirse
en coercitivo. Es ahí donde el saber se convierte en el ejercicio de un
poder en tanto sancionador, en un sentido amplio, de lo que obedece o
desobedece a ese canon. Ordenación de la subjetividad al Orden Social
que reclaman los mercados. Todo para el paciente sin el paciente. Un
saber sin sujeto ya es un poder sobre el sujeto. Autoritarismo
científico, lo llama Javier Peteiro. Por todo esto queremos manifestar
nuestra oposición a la existencia de un Código de Diagnostico Único
Obligatorio y Universal.
Por otra parte, el modelo a-teórico del que hace gala el DSM, y que se
ha querido confundir con objetividad, nos habla de su falla
epistemológica. Baste recordar su indefinición sobre qué podemos
entender como trastorno mental, así como por salud psíquica. Los
contenidos de esta taxonomía psiquiátrica responden mucho más a pactos
políticos que a observaciones clínicas, lo que da lugar a un problema
epistemológico muy grave.
En cuanto al método clasificatorio del DSM, constatamos que se puede
clasificar, amontonar o agrupar muchas cosas, pero eso no es establecer
una entidad nosográfica en un campo determinado. La estadística empleada
en el DSM tiene un punto de partida débil: la ambigüedad del objeto
sobre el que se opera, es decir, el concepto de trastorno mental. La
estadística se presenta como una técnica, un utensilio que puede ser
puesto al servicio de múltiples causas y de todo tipo. Son las personas
quienes manejan los ítems y valores de base de la curva estadística,
pero también quienes deciden el deslizamiento, más o menos hacia los
márgenes de lo que se va a cuantificar e interpretar posteriormente.
En este contexto de pobreza y confusión conceptual, la próxima
publicación del DSM-V supone una clara amenaza: nadie quedará fuera de
aquello que se detiene, de lo que enferma. No quedará espacio para la
salud, en términos de cambio, de movilidad, de complejidad o de
multiplicidad de las formas. Todos enfermos, todos trastornados.
Cualquier manifestación de malestar será rápidamente transformada en
síntoma de un trastorno que necesita ser medicalizado de por vida. Éste
es el gran salto que se realiza sin red epistemologíca alguna: de la
prevención a la predicción.
Umbrales diagnósticos más bajos para muchos desórdenes existentes o
nuevos diagnósticos que podrían ser extremadamente comunes en la
población general, de esto nos advierte Allen Frances, jefe de grupo de
tareas del DSM IV, en su escrito Abriendo la caja de Pandora.
Refiriéndose a los nuevos trastornos que incluirá el DSM-V, este autor
cita algunos de los nuevos diagnósticos problemáticos: el síndrome de
riesgo de psicosis, («es ciertamente la más preocupante de las
sugencias. La tasa de falsos positivos sería alarmante del 70 al 75%»).
El trastorno mixto de ansiedad depresiva. El trastorno cognitivo menor,
(«está definido por síntomas inespecíficos... el umbral ha sido
dispuesto para incluir un enorme 13.5% de la población».) Trastorno
de atracones. El trastorno disfuncional del carácter con disforia. El
trastorno coercitivo parafílico. El trastorno de hipersexualidad, etc.
Aumenta, por tanto, el número de trastornos y aumenta también el campo
semántico de muchos de ellos, como el famoso TDAH, ya que se permite el
diagnóstico basado sólo en la presencia de síntomas, no requiriendo
discapacidad y, además, se reduce a la mitad el número de síntomas
requeridos para adultos. El diagnóstico de TDAH también se contempla en
presencia de autismo, lo cual implicaría la creación de dos falsas
epidemias e impulsaría el uso aumentado de estimulantes en una población
especialmente vulnerable.
Si juntamos este manejo estadístico con la heterogeneidad temática de
los grupos de trabajo, que se multiplican y que van desde la identidad
de género, pasando por la adaptación de los impulsos, hipersexualidad,
cambios de humor etc., no podemos obviar que las clasificaciones
internacionales pretenden una autonomía total respecto de cualquier
marco teórico, y por ende, libre de cualquier tipo de control de rigor
epistémico. Sin embargo, no creemos que las clasificaciones y
tratamientos puedan ser neutrales respecto a las teorías etiológicas,
como se pretende, y al mismo tiempo ser neutrales respecto de la
ideología del Control Social, e intereses extra clínicos.
Paul Feyerabend, en El mito de la ciencia y su papel en la sociedad, nos
dice: «Básicamente, apenas si hay diferencia alguna entre el proceso
que conduce a la enunciación de una nueva ley científica y el proceso
que precede a una nueva ley en la sociedad». Parece ser, sigue diciendo
este autor en Adiós a la razón, que: «El mundo en que vivimos es
demasiado complejo para ser comprendido por teorías que obedecen a
principios (generales) epistemológicos. Y los científicos, los políticos
-cualquiera que intente comprender y/o influir en el mundo-, teniendo
en cuenta esta situación, violan reglas universales, abusan de los
conceptos elaborados, distorsionan el conocimiento ya obtenido y
desbaratan constantemente el intento de imponer una ciencia en el
sentido de nuestros epistemólogos».
Finalmente, queremos llamar la atención del peligro que supone para la
clínica de las sintomatologías psíquicas, que los nuevos clínicos estén
formateados, deliberadamente, en la ignorancia de la psicopatología
clásica, pues, ésta responde a la dialéctica entre teoría y clínica,
entre saber y realidad. Psicopatología clínica que ya no se enseña en
nuestras facultades ni en los programas de formación de los MIR y PIR. Y
sin embargo, se les alecciona en el paradigma de la
indicación...farmacológica: universalización prescriptiva para todos y
para todo, y que en nada se diferencia de una máquina expendedora de
etiquetas y reponedora de medicación. El resultado que denunciamos es
un desconocimiento de los fundamentos de la psicopatología, un escotoma
importante a la hora de explorar a los pacientes y, en consecuencia,
una limitación más que considerable a la hora de diagnosticar.
En tanto que el conocimiento es la forma más ética que tenemos de
acercarnos a nuestra plural realidad, no ha de ser un problema la
coexistencia de diferentes saberes sobre la complejidad del ser humano.
Por todo ello proponemos llevar a cabo acciones con el objetivo de poner
límite a todo este proceso incrementalista de las clasificaciones
internacionales, y trabajar con criterios de clasificación que tengan
una sólida base psicopatológica y, por tanto, que provengan
exclusivamente de la clínica.
Barcelona, a 14 de Abril de 2011
para más información y adhesiones:
http://stopdsm.blogspot.com
stopdsm@gmail.com
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