martes, 4 de octubre de 2011

La ciencia detrás de las recetas (VI)



La psiquiatría intenta insistentemente homologarse como 'igual' a las demás ramas de la medicina; no sé si debería llamarlo 'síndrome del hermano menor', pero se le parece mucho. Ese intento de equiparar problemas estrictamente humanos a enfermedades biológicas adquiere diferentes tintes. Desde los 'descubrimientos' con evidentes intereses económicos de por medio, hasta leyendas urbanas con ropaje científico, como este artículo de ElPaís. Y, naturalmente, el concepto que se tiene acerca de los problemas de carácter 'psi' determina el trato y el tratamiento que se da a los afectados por algún trastorno.

Podría pensarse que en la era de la cibernética, el antagonismo entre los planteamientos de Kraepelin y Freud ha quedado superado, y sería como centrarse en el hardware o en el software. Pero los humanos somos bastante más complejos que el más sofisticado ordenador producido por nosotros. Y aunque ante un problema del PC puede diferenciarse claramente cuando es debido a hardware y cuando a software, esto no es aplicable ni al cerebro ni a la mente; aquí es mucho más complejo debido al solapamiento y la interpenetración de ambos aspectos de la psique. En nosotros, hardware y software interaccionan y se modifican mutuamente: está comprobado que atravesar el cerebro con una barra metálica de 3 cm. de diámetro puede producir mal carácter (y nada más). Y también está comprobado que practicar meditación por ocho semanas (un curso en condiciones controladas) puede producir cambios estructurales en la amígdala cerebral.

Paralelamente a la equiparación de un problema psíquico a la disfunción de algún órgano, está el enfoque terapéutico. Al amigo que sufre se lo acompaña, a quien padece un neumonía se le inyectan antibióticos. La tecnificación de la medicina en general y de la psiquiatría en particular no aporta eficacia. De hecho es al revés, los problemas que no se resuelven de raíz reaparecen. [y las estadísticas no permiten la euforia: algunas enfermedades se curan mejor pero han aparecido otras de nuevas o reaparecen otras de antiguas que se creían erradicadas. En algunas franjas de edad, ciertamente hay menos muertes por enfermedad, pero hay más por accidente o suicidio].

La idea de enfermedad mental es un invento relativamente reciente, poco más de doscientos años. Desde luego este ‘invento’, o mejor dicho el cambio de status que comportó a los locos, constituyó un progreso notable. Pasaron de ‘malditos’ a ‘víctimas’. No obstante parece que la humanidad se empeñe en dar la razón a Wilhelm Reich y a su visión del ‘pequeño hombrecito’, pues tras cada avance siguen una serie de pequeñas tergiversaciones que empequeñecen lo logrado. En lugar de encerrar a los locos para protegerse de ellos, se los encierra para protegerlos a ellos de sí mismos; y en lugar de aplicar camisas de fuerza se emplean antipsicóticos que igualmente impiden la manifestación de los síntomas desagradables. El péndulo ha oscilado de un papel activo y culpable ('poseído' por algún demonio) a pasivo y totalmente irresponsable (le ha 'tocado en suerte' una enfermedad mental).

Más vale que me apresure a decir que sí, que existen enfermedades mentales y del cerebro. Pero resulta que, además, también existen problemas en la esfera psíquica, de percepción e interpretación del entorno y/o de comportamiento, para los que no se ha encontrado ninguna base biológica (a pesar de largas y costosas investigaciones), y que bastantes personas (entre las que me cuento) consideran inadecuado equipararlos a las enfermedades biológicas. La diferencia no es tan solo de vocabulario, se trata de diferentes concepciones del ser humano, con y sin trastornos de por medio.

Jamás he visto quemar a ningún poseído por el demonio, pero sí he encontrado, sobre una silla de ruedas y convertido en quasi-vegetal, a quien otrora fuera una persona alegre. Las hogueras las prendían personas, y las dosis masivas y continuadas de neurolépticos las administran la misma clase de personas: aquellas incapacitadas para ver al ser humano que porta y soporta un trastorno mental. (otra vez hago notar que los neurolépticos no son 'malos', como tampoco lo son los cuchillos o los explosivos, pero ocurre que con los tres también se cometen barbaridades).

Siempre resulta más fácil encontrar un culpable que encontrar una solución. Esto último requiere contemplar diferentes facetas del problema para comprenderlo y des-cubrir el lado idóneo por donde actuar. En busca de una mayor comprensión, y siguiendo la línea del materialismo cultural de Marvin Harris, me pregunto qué diferencias comportan los conceptos de 'enfermedad /angustia emocional severa' a los diferentes actores involucrados.

Opción A :
Aceptamos que los trastornos mentales (pongamos que todos ), son enfermedades como cualquiera otra, es decir algo 'venido de fuera' como un virus, o 'legado' como un gen.
Sujeto (el que experimenta algún 'trastorno mental'): Puede descansar tranquilo. Es un sujeto pasivo y sólo tiene que asumir que es un enfermo de por vida; tendrá que acostumbrarse a los efectos colaterales de los neurolépticos. Pero no tiene responsabilidad sobre lo que le ocurre ni posibilidad de remediarlo. Para ello estan los doctores y los medicamentos.
Familiares: Lo que ocurre al familiar no es nada que tenga que ver con uno. Todo está bajo control, ya se ocupan los doctores de que no cometa locuras y les cree problemas.
Facultativo (psiquiatra): Es fácil diagnosticar y tratar, sólo hay que pasar un check-list y prescribir el fármaco aconsejado.
Institución (seguro público o privado): El tratamiento de los trastornos mentales son solo una extensión de la medicina física. Se hace una estadística con los casos diagnosticados y se calculan los costes que se aplicarán.
Industria (farmaceutica): Los neurolépticos son ideales desde el punto de vista económico; los clientes los toman de por vida, no pueden prescindir de ellos. No hace falta que curen nada y no importa los efectos secundarios, basta con que enmascaren algunos síntomas y los usuarios se acostumbren a ello.

Opción B :
Aceptamos que los trastornos mentales (pongamos que todos ), son funcionamientos erróneos de la psique y que no hay atajos para hacer la vida menos dolorosa o para alcanzar la paz del espíritu. Como recogieron los Upanishad “... penoso es, dicen los sabios, el camino de la salvación".
Sujeto (el que experimenta algún 'trastorno mental'): Resulta que en su vida alguna cosa no se la ha planteado bién. Desde fuera le podrán ayudar, pero nadie se lo arreglará. Tendrá que esforzarse por comprender y por superar sus malos ratos y ganarse los buenos.
Familiares: Puede que hayan participado de alguna manera en la génesis del trastorno y, desde luego, tienen mucho que ver con la recuperación. Se obligan a ser más comprensivos y a estar más disponibles.
Facultativo (psiquiatra): Es dificil comprender los problemas de otro, hay que ponerse en su lugar. Y no se dispone de 'balas mágicas' que lo arreglen todo.
Institución (seguro público o privado): Con los trastornos mentales no hay manera de saber si estan enfermos de verdad o son sólo ficticios. No se puede prever el coste ni la duración que tendrá un tratamiento.
Industria (farmaceutica): Dificil mercado el del trastorno mental, los afectados son tratados casi sin fármacos y, de hecho, no tenemos ni idea de que efectos neurológicos tendría que producir un fármaco para esa clase de problemas.


Pastilla azul para seguir la medicación de por vida; pastilla roja para empezar a conducir la propia vida, acompañado de otros seres humanos imperfectos que -en algunos campos- se manejan mejor.

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3 comentarios:

  1. Muy bien, pere, me recuerda a los dos modelos de la discapacidad, el médico y el social, de lo que hablé en la última entrada de mi blog. Tú le añades, además, la dimensión individual (conducir la propia vida), que en el fondo es inseparable de lo social, puesto que son interdependientes (ahí llegamos a la terapia sistémica, o nos acercamos). Hace falta la colaboración de los otros para que todo vaya bien en una carretera donde los vehículos biopsicosociales se multiplican.

    Un abrazo

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  2. Pere, magnífica entrada, me parece que "quieres dejar a más de uno(profesionales, farmacéuticos e instituciones) sin comer! cómo se te ocurre pedir empatía a un psiquiatra...".
    Esta muy claro, la Salud Mental si se quiere tratar por ser un sufrimiento psíquico, emocional...pues a diagnosticar, medicalizar, investigar (con evidencia por favor)...hasta ahí se puede aceptar, pero SIN OLVIDAR la diferencia con "las otras enfermedades"; se tratan y cuidan por encima de todo "personas a personas"...así que lo social (Proyectos de vida, implicación familiar, recursos con sentido común...), la voluntariedad y el empoderamiento son clave. "Nada sobre mí, sin mí".

    Saludos

    Hilari

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  3. vuelvo de vacaciones y leo con interés las entradas. Vaya varapalo al trabajo de la psiquiatría.
    demasiado que comentar para dejarlo en un cuadradito en una ventana...
    Enhorabuena por el trabajo y a ver cuando este mensaje, esta opción B se hace reconocida.
    Gracias por la cita en una de las entradas. Me siento muy honrado
    Un abrazo.

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